viernes, 6 de agosto de 2010

Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.

Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, más otras apenas vemos entre un paso y otro.
A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.

Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos.
Más el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que iban a cruzarse por nuestro camino.

A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz.
ás también hay aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas; ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca.

Hablando de cerca, no podemos olvidar a amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre hoja y hoja.

El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen muchas estaciones. Pero lo que nos hace más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con recuerdos de momentos
maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.

Te deseo, hoja de mi árbol, amor, paz, salud, suerte y prosperidad

Hoy y siempre… simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejaran nada. Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.